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La paradoja del candidato.


México es un lugar lleno de paradojas. Un lugar que funciona con su lógica propia. Claro, soy mexicana y todos los mexicanos creemos lo mismo: “Como México no hay dos”.

Aun así, no deja de tener vigencia mi afirmación. Desde hace dos semanas, y por los próximos 365 días, estaremos inmersos en una telenovela política con constantes actualizaciones. Drama, gritos, llanto y risas nos acompañan cada 6 años. Sin embargo, este año tiene algo de disruptivo, no solo en México, sino en las tendencias políticas globales. Frances Hagopian no podría estar más desconcertada. No solo se ha volatilizado la base de electores de las democracias emergentes (eso no sería ninguna sorpresa para ella), sino que los grandes “partidos programáticos” de las democracias consolidadas también se tambalean, y van perdiendo simpatizantes en desbandada. Se ha analizado hasta el cansancio por qué nadie vio venir el Brexit o el plebiscito de Colombia.

El diagnóstico ha sido que el mundo va evolucionando hacia el anti-establishment, y rechazando el clientelismo y las prácticas paternalistas de antaño. Hasta aquí Hagopian sigue tranquilamente en su cubículo de Harvard tomando café. ¿Dónde se tambalea su teoría? Pues precisamente en México.

La paradoja reside en que, efectivamente, se ha dado uno de los grandes pasos a la democracia en México en los últimos años. Y quien lo ha dado ha sido precisamente ese partido clientelar, desactualizado, quien ha reformado sus estatutos para aceptar candidaturas ciudadanas. Se ha apostado por la persona para que se nos olvide un poco el partido, porque ese, a diferencia de lo que crea Francis Hagopian, no va a cambiar. No va a dejar sus prácticas clientelares o paternalistas. No va a dejar de comprar votos. Es más fácil tomar a alguien de afuera para representar todo aquello que nosotros no somos, a cambiar eso que somos.

Y la oposición acérrima, la que insiste constantemente en visibilizar las malas prácticas del grupo en el poder, mantiene un candidato fosilizado, institucional y sí, un poco estancado. Para sumar a la paradoja, los extremos que deberían extremarse aún más para crear contrapesos, se han unido en una suerte de vals descoordinado que más bien parece baile de XV años.

En conclusión, nada concuerda. Ahí donde deberían evolucionar las prácticas, se ponen máscaras. Donde debería ofrecerse actualidad, frescura, encontramos al personaje más manoseado de la política mexicana. Donde debería haber contrapesos, encontramos una quimera intraducible. Incluso, donde debería ser el espacio de los ciudadanos clamando por voz propia, encontramos ex-políticos haciendo berrinche con su partido.

Dios nos agarre confesados.


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